Madrid perdió, en tiempo inmemorial, sus murallas medievales. Pero, durante muchos siglos, subsistieron las Cercas de la Villa.
Eran cercas de poca altura pero enorme longitud, que acaso aspiraban a hacer algunas de las funciones de las murallas primitivas, al menos en el ámbito de las ideas e influencias. Y, por supuesto, en el de los impuestos y tasas.
Esas cercas iban siendo sustituidas, unas por otras, ante la pujanza demográfica de la ciudad. Felipe II mandó construir, cómo no, su propia cerca, que circundaba aproximadamente el llamado Madrid de los Austrias. Y cuando esta cerca ya quedó superada por la expansión urbana del siglo XVII, Felipe IV ordenó construir la suya, que quedaba trazada más o menos por donde cae la Cuesta de San Vicente al sur, Atocha al este, Princesa al oeste y Carranza al norte.
En el último tercio del siglo XIX, increíblemente- y muy simbólicamente- la cerca de Felipe IV aún subsistía, especialmente la parte que discurría por donde mucho mas tarde surgieron los llamados Bulevares (donde yo jugué a menudo, de niño, a las chapas y aprendí a montar en bicicleta, dos destrezas esenciales).
Un punto clave del perímetro que cubría la Cerca de Felipe IV era la actual Glorieta de Bilbao, en cuyo subsuelo estaban los almacenes de la nieve traída regularmente del Guadarrama. No era casual que esos almacenes estuviesen allí, junto a la Cerca, pues la nieve era mercancía sometida a tasas rigurosas, y solo estaba permitido introducirla en Madrid a través de los llamados pozos de la nieve de la mencionada glorieta.
Un poco más arriba y al oeste de la glorieta estaban los tristes (aunque muy bellos, según nos dice Madoz) Cementerios del Norte, que ocupaban el espacio delimitado, más o menos por las actuales calles de Blasco de Garay, Magallanes, Rodríguez San Pedro y San Bernardo, con epicentro en Arapiles.
Cercas, cementerios, portazgos…
Pero, en el año 1868 tuvo lugar el levantamiento revolucionario español, el que conduciría a la Primera República Española.
Y ese mismo año, con un gran valor icónico, fue derribada a conciencia la Cerca de Felipe IV (aun queda hoy en día algún resto por los alrededores del Seminario, como el que se ve en la foto) .
Más o menos por la misma época, los Cementerios del Norte fueron clausurados (y saqueados) para dejar paso a las nuevas construcciones de lo que sería muy pronto el gran ensanche madrileño: el barrio de Chamberí.
Y también por los mismos años, conforme al mismo impulso de apertura, surgieron los grandes cafés literarios en torno a la glorieta de Bilbao (sin duda por la proximidad a los pozos de nieve, y acaso, como sugirió Cela, también por la conveniencia de hacer uso del mármol de las lápidas obtenidas en el saqueo de los cementerios en los mostradores y veladores de los nuevos establecimientos).
Quizá no fue casual la coincidencia temporal del derribo de la Cerca de Felipe IV, la clausura de las sacramentales de Chamberí, el surgimiento de los cafes literarios de Madrid, y el movimiento modernizador y revolucionario del 68.
Tal vez, cada uno de los cafés que se abrían en torno a la Glorieta de Bilbao, era también una cerca ideológica que se derribaba. Con razón Valle Inclán llegó a decir que aquellos nuevos cafés hicieron más por la cultura española que dos o tres universidades.
Pero ayer, 27 de Julio de 2015, llegó la triste noticia de que el último de aquellos cafés literarios, el Comercial, había cerrado. Los propietarios, cuarta generación de una familia que se hizo cargo del Café a primeros del siglo XX, no han podido resistir más frente a las leyes de un mercado inexorable, que puede multiplicar por mucho la rentabilidad del local si su uso se destina a una sucursal bancaria, a un Starbucks o a una tienda de Zara.
Cuando me enteré de la mala nueva, pensé en la Cerca.
Creo que ayer, en cierto modo, nos han cercado de nuevo. Me da que se ha levantado otra vez, por donde la calle Carranza se cruza con Fuencarral, aquella triste y fea cerca de ladrillo y argamasa de Felipe IV.
Y me ha parecido percibir también que algo del frío ambiente fúnebre de aquellos cementerios urbanos y de las cuevas de la nieve que desaparecieron tiempo atrás, se ha vuelto a dejar sentir ahora por todo Madrid.