En De Officiis, al final del libro II, Cicerón nos cuenta un sustancioso diálogo entre Catón el Viejo y un desconocido. «¿Cuál es la mejor manera de invertir el patrimonio propio?», pregunta el desconocido. “La ganadería productiva”, responde Catón. “¿Y después?», sigue interrogando su interlocutor. “La ganadería medianamente productiva”, responde el viejo censor. “¿Y después?”, insiste el personaje que pregunta. “La agricultura.”, replica Catón. Para terminar, y quizá tras dudar un poco, el interlocutor le hace la última pregunta a Catón: “¿Y qué tal prestar dinero?”…«¿Y qué tal asesinar?», responde a la velocidad del relámpago el romano incorruptible…