He leído estos días en algún sitio que los científicos han descubierto que las transfusiones de sangre joven a los ancianos, pueden tener sorprendentes efectos rejuvenecedores. Un escalofrío me ha sobrevenido al saber esto. Me he acordado de que en la antigua Roma, cuando los gladiadores derrotados agonizaban, algunos espectadores poderosos, especialmente si estaban afectados de epilepsia, tenían el privilegio de poder acercarse a sus cuerpos, aún palpitantes, para beber su sangre derramada y absorber así su fuerza vital, mientras el joven e infortunado gladiador aún respiraba. Esto lo cuenta Plinio, en Historia Natural. Algún fundamento debía haber en la atroz costumbre.