
A un amigo que me reprocha lo poco que escribo últimamente, le replico que es porque estoy contagiado del virus del ajedrez, lo que consume buena parte de mi tiempo de ocio. Me pasa lo mismo que a Duchamp y Cajal, salvando las enormes distancias intelectuales. Ambas figuras, al contagiarse de esta dolencia dejaron todo, para no hacer otra cosa que estudiar y jugar ajedrez.
Cajal se curó del virus, con no poco esfuerzo, como relató con todo detalle, y la medicina ganó así un genio.
Duchamp no tanto y el arte del siglo XX vió cómo se truncaba la evolución de uno de sus más brillantes representantes. Nada en demasía, debió haber recordado…
–Pues entonces escribe algo sobre ajedrez…
–Buena idea. Aunque no se si me parece oportuno escribir sobre mi amado juego cuando el destino del planeta se está jugando en Ucrania y cuando la actualidad nos hace recordar los momentos más críticos y fatales de la historia contemporánea…Como mucho, me animaría a escribir algo sobre ajedrez y sobre Ucrania…
–¿Al mismo tiempo?
–Sí. Porque el caso es que Ucrania ha sido la cuna de algunos de los mejores ajedrecistas del mundo. De memoria, puedo citar a Bernstein, Stein, Geller, Gufeld, Taimanov y, sobre todo, al prodigioso Ivanchuk, quizá la mente ajedrecista más poderosa de los últimos años, quien seguramente, de no ser por un sistema nervioso muy frágil, habría conquistado hace mucho el primado mundial.
–Entonces, seguro que existe algo así como la Apertura Ucraniana, tal como existe la Apertura Española, que creo que es muy popular.
–No exactamente. Porque el caso es que esa tradición de ajedrez ucraniano de primer nivel, no ha implicado, que yo sepa, que ninguna apertura o defensa lleve el nombre de Ucrania. Creo que esto viene a ser otra pequeña injusticia histórica con respecto ese sufrido país de frontera e históricamente marginado. Conviene anotar que el término original del que se deriva la palabra Ucrania era krajina, que a su vez se derivaba del ruso «krai«, es decir, los troncos de la empalizada que definían el alfoz; y en el medievo al territorio Ucrania se le llamaba precisamente «marginalia» en latín, que era el idioma oficial de Polonia en la Edad Media).
Pero ahora que lo pienso, creo recordar que el estrambótico movimiento inicial b2-b4, que curiosamente es una de las diez formas más populares de abrir el juego en las competiciones, se llamó durante un tiempo, al menos en los países del otro lado del telón de acero, Apertura Ucraniana. Esto se debió a que otro gran jugador y teórico ucraniano, Alexey Pavlovich Sokolsky, se dedicó durante varias décadas a practicar esta forma heterodoxa de iniciar la partida.
Sin embargo, en el mundo que acostumbramos a llamar, por mero convenio, “libre”, la Apertura Ucraniana se llamó siempre y se sigue llamando, Apertura Orangután.
Esto de llamar a una apertura con el nombre de esos simpáticos primates haplorrinos, puede sonar extraño. Es una curiosidad que le debemos al genial Tartakower, quizá la personalidad más interesante de toda la historia del Ajedrez. Según nos cuenta Maroczy, (y de ello se hace eco Arrabal en uno de sus deliciosos artículos periodísticos) en 1924, los participantes en el Torneo de Nueva York, entre ellos él mismo, visitaron el zoo del Bronx y quedaron fascinados con una hembra de orangután llamada Suzanne. Al día siguiente, Tartakover abrió su partida jugando, para sorpresa de todos, b2-b4, y declaró que esa apertura, casi inédita en el ajedrez de élite, debía llamarse Apertura Orangután en honor de la bella Suzanne. La propuesta de Tartakover echó raíces, como tantas otras opiniones suyas. Porque a Tartakover le debemos los mejores aforismos ajedrecísticos, muchos de ellos perfectamente aplicables a la vida en general. El más famoso de sus pensamientos es aquello de que el ganador de una partida es simplemente aquel que comete el penúltimo error. Esto está lleno de sabiduría porque encapsula la idea, muy inteligente y humilde, de que el error es lo más inherente, lo más esencial al quehacer humano.
También fue Tartakover quien dijo aquello tan lírico y profundo a la vez sobre los peones descolgados de su cadena: un peón aislado dispersa tristeza por todo el tablero. Una tristeza anímica profunda, espiritual, habría que añadir, pues ya sabemos que los peones son el alma del ajedrez. Igualmente dijo el gran Tarta aquello tan sutil según lo cual para saber ganar hay que empezar por saber perder, siendo esto último mucho más difícil y meritorio (Capablanca también dijo que no se puede jugar bien si no se han perdido centenares de partidas previamente).
Así que vamos a ver quién es el último en cometer un error en la partida de ajedrez que se está jugando ahora en Europa. en torno a ese triste peón aislado en el continente que es el país ucraniano. Hay mucho en juego. Y la verdad es que nos haría falta un sabio maestro como Tartakover para resolver el conflicto como verdaderos homo sapiens, no como simios.
Saludo desde aquí a todos los amantes de nuestra lucha incruenta y un gran deseo de мир, que en ruso (y en ucraniano) significa al mismo tiempo paz y mundo, sabio mensaje que nos envía el lenguaje para decirnos que no hay tal cosa como guerra local. Toda guerra es, en cierto modo, mundial. Y todas las campanas suenan también por nosotros.