
Al hilo del comentario jocoso sobre una tesis de Freud en el escabroso ámbito escatológico, Marta me pregunta por mi sincera opinión respecto a Freud y al psicoanálisis.
La respuesta no es sencilla. Es evidente que Freud fue un gigante del pensamiento que, en cierto modo, hizo algo parecido en la esfera de la mente a lo que habían hecho Copérnico, Newton o Darwin en otros ámbitos, quienes consiguieron refutar la posición central del yo en el cosmos o en la naturaleza. Con Freud, ya ni siquiera somos amos en nuestra propia casa…
Pero también es cierto que Freud construyó un considerable edificio teórico sobre bases no muy sólidas. Convertía sus intuiciones (geniales, a menudo, pero ocasionalmente disparatadas) en dogmas científicos, sobre los que continuación se apresuraba a construir nuevos dogmas…Mas allá de la elegancia de su lenguaje y la seducción de su forma doctoral de argumentar, la obra de Freud adolece en su conjunto de una indiscutible falta de rigor científico y de verdadera metodología experimental.
Marta me pide que le ponga algún ejemplo. Así que recurro a un pasaje de Psicopatología de la Vida Cotidiana (capítulo XX).
En ese pasaje, Freud trata el fenómeno por el cual solemos olvidar con mucha frecuencia los nombres de las personas o las palabras de otros idiomas. Es algo que en realidad puede explicarse con cierta facilidad: en ambos casos, el elemento a recordar es dual (nombre/persona o palabra/traducción), por lo tanto, el fracaso memorístico se hace evidente tan pronto tiene lugar la evocación de uno de los elementos de la dupla: vemos a la persona, pero sin recordar su nombre o pensamos en la palabra de nuestro idioma pero sin recordar su equivalente en la otra lengua. Otros olvidos no nos llaman la atención al producirse, al no existir la dualidad que se da en los nombres o en las palabras de otros idiomas. Por definición, lo que se ha olvidado no se recuerda…
Pues bien, Freud pasa por alto esta sencilla argumentación y nos dice que olvidamos un nombre o una palabra extranjera precisamente porque nuestro subconsciente se empeña en producir el olvido de ese nombre o palabra para enmascarar otro recuerdo reprimido que la palabra o nombre olvidado podría evocar…
Para justificar esta alambicada concepción (que Freud sienta como dogma indiscutible) el padre del psicoanálisis menciona diversos casos extraídos de su experiencia clínica, a cual más pintoresco y poco creible. Uno de ellos es realmente hilarante y lo resumo a continuación.
Cuenta Freud que un compañero de uno de sus viajes en tren le menciona un verso de La Eneida. Pero al citar el verso, esta persona olvida una de las palabras, concretamente el prononombre latino «aliquis» (el verso es la famosa frase en la que Dido invoca su venganza por el abandono de Eneas: «deja que alguien surja de mis huesos como vengador«, es decir, «exoriar aliquis nostris ex ossibus ultor«).
¿Por qué ha olvidado el joven la palabra latina «aliquis«? se pregunta Freud.
La respuesta nos la dará el sabio vienés después de un verdadero interrogatorio psicoanalítico al que el propio Freud somete a su sufrido acompañante en el vagón del tren, cuyos asientos parecen haberse transmutado en diván de consulta.
Se crea o no, el resultado final de ese interrogatorio mayeútico es que el joven tiene remordimientos porque cree que ha dejado embarazada a su amante y esa preocupación es la que ha reprimido el recuerdo de la palabra «aliquis».
¿Explicación? ¡Es evidente! El vocablo latino «aliquis» suena a «reliquia» y resulta que ese joven estuvo de viaje hace algunos años con su amante en la ciudad de Trento para visitar las reliquias de San Simón. Pero hablar de reliquias es algo que solo puede conducir a la famosísima sangre de San Jenaro, en Nápoles, sangre que milagrosamente pasa del estado sólido al liquido una vez al año. Ahora bien, hablar de sangre es hablar de menstruación, y hablar de menstruación nos lleva directamente a la precupación reprimida por el embarazo de la amante del joven…¡voilá! Todo maravillosamente explicado. Es evidentísimo que esa preocupación por el embarazo de su amante es lo que ha reprimido en el joven el recuerdo de la palabra «aliquis» que aparece en el famoso verso de Virgilio….¿Puede haber algo más indiscutible?
Pues así son muchas de las teorizaciones de Freud. Fascinantes casi siempre, disparatadas a menudo, sumamente lúcidas en ocasiones.
Pero, en fin, en su fuero interno, reconozcamos que el propio Freud era consciente de sus limitaciones al intentar explicar el tenebroso cosmos interior del alma humana. En una ocasión, Freud declaró que ningún crítico era más capaz que él de percibir claramente la desproporción que existe entre los problemas y la solución que él aportaba. Esto lo dejó escrito Freud en….¡vaya, ahora no recuerdo exactamente dónde…! Tal vez sea porque está interfiriendo en mi memoria algún oscuro e inconfesable asunto reprimido…