Reverdece furioso el antisemitismo en Europa. Y ayer domingo, en Italia, uno de los países en donde los brotes vuelven a germinar con más fuerza, el nuevo duce populista achaca ese antisemitismo rampante… «a los inmigrantes árabes» (sic). Con ello, el caudillo soberanista une la estupidez a la infamia, pues obviamente lo árabe viene a ser tan semita como lo judío…
Esta memez del lombardo falaz me ha hecho recordar il biglietto.
Me refiero al papel que los esbirros de la SS entregaron, casa por casa, a las familias de origen judío en la Roma ocupada por el Reich, en una mañana de 1943.
Aquel infausto día de Octubre, 300 miembros de las SS, por parejas, fueron visitando cada uno de los domicilios del barrio judío romano. Llamaban con violencia a las puertas y entregaban un documento mecanografiado. El documento daba 20 minutos (¡20 minutos!) para que la familia completa cogiese sus cosas y saliese de su hogar camino de los lager. Las instrucciones eran claras:

1) junto con su familia y con los otros hebreos que pertenezcan a su casa, será transferido
2) hace falta que lleve consigo:
a) víveres para al menos 8 días
b) la cartilla de racionamiento
c) documento de identidad

3) Se puede llevar en el viaje
a) pequeña maleta con efectos personales y mudas.
b) dinero y joyas
4) Cerrar con llave el apartamento resp. la casa
5) Los enfermos incluso en los casos gravísimos no pueden por ningún motivo quedarse atrás. En el campo hay enfermería.
6) Veinte minutos después de la presentación de este documento la familia debe estar lista para la partida.

¿Por qué este biglietto produce (al menos en mi caso) un escalofrío de horror que iguala o incluso en cierto modo supera a la náusea infinita del relato de las cámaras de gas? Tal vez la se deba a que la Shoah fue una enormidad tan colosal que de algún modo escapa a la valoración. En nuestro subconsciente, percibimos el Holocausto casi como algo irreal o imposible, y acaso lo hacemos como puro mecanismo de supervivencia frente a la debacle de la fe en el hombre que aquello supone. Pero este biglietto…ah, este biglietto nos pone en la mismísima piel de esas familias–padres, hijos, ancianos–que abren la puerta de su hogar a una pareja de matones armados y vestidos de negro (elegantes uniformes creados por el jerarca de las Schutzstaffel Hugo Boss) y que son informados de que en poco más de un cuarto de hora deben dejarlo todo, cerrar con llave, para siempre, sus casas y partir hacia el infierno con una maletita para llevar el nécessaire, la ropa interior y poco más.
Resulta casi imposible interiorizar el Apocalipsis de los campos de exterminio. Pero es muy fácil–dolorosamente fácil–ponerse en el lugar de aquellas familias burguesas de la Roma del Otoño de 1943 que recibían el fatal biglietto.
Habría que imprimir muchas copias facsimiles de este espantoso papel tan malamente redactado y mecanografiado. Cada una de esas copias debería servir para alertarnos. Debería servir para hacernos ver que la serpiente puede estar saliendo ahora de su huevo, si es que no lo ha hecho ya. Y que este es el momento de aniquilarla. Antes de que algún día abramos la puerta de nuestra casa y nos entreguen…el biglietto.

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