
Esta mañana templada de Febrero, durante mi paseo matinal en bicicleta me he parado un instante y me he quedado absorto mirando los almendros que están ahora gloriosamente floreciendo. Y contemplando esa orgía de flores me ha venido a la mente la crisis actual de la democracia y el auge de los populismos.
Le he comentado esta vinculación a Marta durante el desayuno, mientras hablábamos de lo hermosos que están los senderos de la dehesa estos días.
–Tendrás que explicarte. ¿Almendros y política?
-Con gusto. Pues primeramente te aclaro que hay razones para que los almendros hagan surgir un mar de flores tan pronto, antes incluso de que las hojas del árbol emerjan. ¿Nunca te has preguntado el por qué?
-No. ¿A qué razones te refieres?
–Ocurre que los almendros solo pueden ser polinizados por los insectos. Sin insectos no hay fertilización posible para los almendros.
–Ya. ¿y?
–Pues que al mismo tiempo, el periodo de maduración del fruto de estos árboles es especialmente largo, no menos de cinco meses desde la polinización.
–Es verdad. Las almendras están todavía verdes cuando vamos en Junio o Julio a El Villar.
–Si. Y no se se si sabes que las almendras verdes son una delicatessen muy codiciada por los grandes chefs, con su interior gelatinoso, como el edamame…
–No te me desvíes. Sigue con lo que me ibas diciendo.
–Pues que puedes combinar la necesaria polinización por insectos y el largo período de maduración, para comprender por qué las flores del almendro tienen que ser muchas y tempranas. Cuantas más flores muestre el almendro y cuanto antes aparezcan, mayores serán las posibilidades de fertilización de este árbol tan esforzado y diligente que se adelanta y excede en flores a todos los demás. Por cierto no se si sabes que en hebreo el almendro es llamado como shaqued, es decir “el diligente” o “el que se despierta”…
–Evidentemente, no. Pero insisto, dime de una bendita vez qué tienen que ver los almendros con la política.
–Vale. Se trata de algo relacionado con el cultivo intensivo de almendros. Es fascinante cómo utilizan los cultivadores a las abejas para polinizar sus huertos. Una simple colonia de abejas les permite polinizar hasta 500 millones de flores. Fascinante.
–Sigo sin pillar a donde vas. Me empieza a parecer que a ningún lado.
–Pues ocurre que los cultivadores podrían intentar la polinización con cualquier otra especie de insectos, pero solo lo hacen, solo lo pueden hacer, con abejas. Precisamente con abejas. ¿Y sabes por qué?
–No.
–Pues porque solo las abejas son insectos sociales (también las hormigas lo son, pero estas no vuelan). Y en tanto que sociales, el cultivador puede llevar la colonia de un lado a otro, sin que esta se disperse. Manipula a sus abejas a voluntad. Ahora aquí, luego allá.
–¡Acabáramos! Mira que eres retorcido. Lo que pretendes decir es que la intrínseca sociabilidad de los humanos es lo que nos hace tan manipulables por parte de los demagogos. Y es en esto en lo que pensabas al ver los almendros esta mañana…No puedo creerlo.
–Exacto. Y no lo habría expresado yo mejor. Nuestro carácter de criaturas sociales es quizá lo mejor que tenemos, pero también puede ser lo peor. Hay que estar alerta.
–¿Y es en esas cosas tan rebuscadas en las que piensas cuando sales en bicicleta? No sería mejor que te limitases a disfrutar de la belleza y acaso hacer algunas fotos?
–Seguro que tienes razón. En cuanto a las fotos, no me animo a hacerlas. No tengo nada que aportar. Los almendros en flor ya han sido maravillosamente reproducidos de incontables maneras, en miles de fotografías y también en pinturas, basta recordar, a Manet, Renoir, o a Van Gogh, cuyo lienzo lleno de flores de almendro sobre mágico fondo azul me hipnotiza…Con las fotos hay que hacer como con las palabras: no decir nada que no mejore el silencio.
–Vale. Pues habrá que conformarse con mirar los almendros.
–Suficiente, sin duda. Y aún nos quedan unos cuantos días con esta increible belleza.
–Carpe diem, entonces…
-Carpe. Has usado un muy apropiado verbo latino, porque carpe precisamente hace referencia a los árboles y sus frutos, y por cierto, debo decirte que la famosa frase de Horacio…
–No, no. Eso me lo cuentas otro día. Por hoy ya está bien…Nos vamos a quedar con los almendros.
–Y con la demagogia.