Mi queridísimo Mao ya no oye nada. Nada en absoluto. 

Pero él y yo hemos aprendido a comunicarnos por gestos. Muevo la mano de cierta manera y él comprende, por ejemplo, que ha llegado el momento de salir a trotar en busca del disco. La muevo de otro modo y él ya sabe que su comida ya está cocinada. Y así hasta completar un pequeño sistema esencial de comunicación. Funciona perfecto.

Me he documentado un poco y he sabido que, de hecho, los amigos caninos se entrenan mejor con gestos que con sonidos.

Muy interesante esto. Y después de todo, es lo mismo que con los humanos.

Nos resultan mucho más convincentes y creíbles los gestos y ejemplos que vemos en el prójimo que las palabras que se nos dicen y las historias que se nos cuentan…

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