
«A Sonia no le pareció mal tener que confinarse en el pabellón diez días, tan pronto supimos que su test era positivo.
Me pareció un poco rara tan buena actitud, teniendo en cuenta que ella es poco más que una adolescente. Pero hay que reconocer que el confinamiento se presentaba como algo relativamente cómodo en el pequeño pabellón para invitados que tenemos junto a la casa familiar.
El hecho es que la cuidamos y la atendimos con esmero. En el pabellón, ella tenía de todo: ordenadores con wifi, televisión con Netflix, un baño completo, cafetera e incluso una pequeña cocinita para calentar algo entre horas. Y en cuanto a las comidas, ¡hay que ver cómo nos esmerábamos !. Le indicábamos para cada desayuno, comida o cena el menú a elegir. Y se lo servíamos todo a través de la ventana del pabellón; vamos, como en un hotel de cinco estrellas.
Pero, ay, cuando llegó el décimo día, el momento en el que debía concluir Sonia su confinamiento, ella nos dijo que se encontraba mejor dentro del pabellón, y que no creía que fuera el momento de salir. Decía que le dolía la cabeza y que mejor saldría mañana…
Fue una sorpresa. Pero pensamos que quizá ella sentía que todavía no estaba curada del todo. Asi que le fuimos pasando algunos tests para que comprobase la situación. No sirvió de nada. Los tests eran siempre negativos, uno tras otro, pero los días pasaban y Sonia nos decía que prefería quedarse en el pabellón. Tenía jaqueca, al parecer, y le dolía todo el cuerpo.
Comprenderá el lector que esto no tiene mucha importancia. Un día o una semana más sin querer salir al mundo no significa nada, aunque no haya razones evidentes para ello. Pero el caso es, querido lector, que nuestra hija ya lleva diez meses en el pabellón. ¡Diez meses bien contados! Y no tiene pinta de que esto se arregle.
Algo me dice que será cuestión de años.
Nosotros hemos hecho de todo para convencerle de que salga, pero su respuesta es siempre la misma: “tengo un poco de jaqueca y me duele todo el cuerpo; mejor mañana”.
A mí me cuesta cada vez más entender a los seres humanos. ¿Qué la retiene ahí adentro?
No se que pensar.
Hombre, es cierto que el mundo se está haciendo algo complicado últimamente. Los virus y sus pandemias. La incompetencia y soberbia de los que mandan. La cerrazón de muchos. La irracionalidad de casi todos. Las traiciones. Las despedidas. Las pasiones dolorosas…Por no hablar del paro, el cambio climático, la nueva Guerra Fría o el precio de la luz.
En fin, pienso en alguna explicación plausible mientras escucho en la radio no se qué del concurso de Eurovisión y la participación en él de dos añosas folclóricas cuyos berridos, permítaseme la expresión, ya me producían a mí un shock anafiláctico en mi lejana juventud. Tras la noticia han puesto una canción del duo en cuestión; me parece entender la letra; ‘te lo juro por Louis Vuitton, que contra la depresión, quema la visa, vive deprisa, esas es la solución…‘
Y oyendo esta noticia y escuchando esta canción, noto yo mismo, mirando con ansiedad la puerta del pabellón, que, al igual que a Sonia, me está entrando un poco de jaqueca y me comienza a doler todo el cuerpo…«
Pues un pabellón como ese, donde te lo dan todo hecho, estaría muy bien para poder terminar de escribir la novela que tengo a medias. Pero luego hay que volver a salir al mundo, para seguir experimentando algo que contar después.
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