
Quiero leer el libro que Werner Herzog ha escrito sobre el Teniente Onoda, ese soldado japonés que se negó a creer en el fin de la segunda guerra mundial y permaneció solo en la jungla de una pequeña isla del Pacífico, durante décadas, plenamente convencido de que el conflicto persistía. Decidido a rendirse únicamente ante su superior.
Durante años, Onoda contemplaba cómo los aviones de guerra seguían cruzando el cielo. Eran los vuelos de la Air Force hacia Corea primero y después hacia Vietnam. Eso le confirmaba que la guerra proseguía. Y en eso tenía cierta razón.
Así que lo fascinante de Onoda es que interpretaba bien los datos particulares de la realidad, es decir, esos vuelos de cazas y bombarderos en dirección norte. Sin embargo, no articulaba correctamente todos esos datos en un todo lógico y coherente.
Quizá todos los humanos somos un poco Onoda. Nuestro problema no reside en percibir y comprender aquello que nos rodea, sino en integrarlo e interpretarlo bien como un conjunto.
Ese debe ser el drama epistemológico que sufrimos los humanos: estamos solos en la jungla, viendo aviones que cruzan el cielo. Solo entendemos o creemos entender una pequeña parte de lo que nos rodea.