Pensemos en un tema para un cuento cautelar. Para una fábula de carácter más bien infantil.

La idea sería que los niños del mundo, indignados por cómo lo están dejando los adultos, deciden rebelarse. Y su forma de rebelarse es dormirse. Así que millones de niños en todo el planeta entran en un sueño profundo y continuo del que no despertarán hasta que las cosas empiecen a cambiar. Solo su sueño colectivo podrá salvar el mundo.

Bueno, pues, en cierto modo, esto ha venido ocurriendo en realidad, aunque parezca una fábula. Ha venido ocurriendo-y ocurre- en Suecia y lo llaman Uppgivenhets-Syndrom. 

Es algo que ha afectado y afecta a niños (y adolescentes) de familias de refugiados que llegan de los Balcanes o bien–recientemente– de origen yazida.

No es un virus. No es una enfermedad infecciosa, aunque lo parece. Es una reacción al dolor y a la tristeza.

Los niños que padecen el síndrome no simulan. Se ha comprobado cuidadosamente. Lo saben bien los médicos y los padres, que alimentan a sus hijos dormidos mediante sonda.

Al parecer, estos niños perciben la tensión en sus familias de refugiados. Sienten la angustia insoportable, la miseria, la tensión. Y reaccionan entrando en un sueño del que no despiertan. 

Solo salen del mundo de los sueños cuando, de algún modo inexplicable, perciben el retorno de la serenidad a sus hogares.

Cuesta trabajo creer en esto. Pero un largo artículo en el New Yorker ha explicado con todo detalle la naturaleza del fenómeno. 

Podría ser una fábula. Pero es una turbadora realidad. Como tantas cosas que nos rodean.

Uppgivenhets-Syndrom; significa síndrome de resignación infantil.

Pero quizá la verdadera resignación es la nuestra. Y tal vez los que estamos tristemente dormidos somos nosotros.

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