
Hay una soledad deseable y una soledad indeseable. En inglés es más fácil intuir la diferencia pues disfrutan los anglosajones de dos palabras específicas y matizadas, loneliness y solitude. No en español. Nuestra soledad es solitaria.
La soledad deseable sería aquella soledad que elogiaba Montaigne, la soledad del que alcanza a tenerse a sí mismo en plenitud.
La indeseable vendría a ser la del que está tan solo y alienado que hasta se priva plenamente de sí mismo.
Esta última soledad es la característica de nuestro tiempo y nuestra circunstancia. Y urge combatirla.