
Me dice un amigo que lo de la hospitalización del pirado mandamás planetario puede acabar en tragedia.
Ya lo es, le respondo.
Arístóteles dejó bien claro cuáles son los principales elementos que configuran la tragedia.
Por un lado, el argumento debe incluir la peripeteia, esto es, el hecho de que la fortuna súbitamente cambia de signo para el protagonista, que ha cometido serios errores–hamartía. Esos errores o más bien esas transgresiones (en griego antiguo no existía una palabra específica para «pecado«) son siempre el producto de un excesivo orgullo y una temeraria confianza en sí mismo, es decir, de la hybris o soberbia.
Verdad es que en esa noción aristotélica de lo trágico, debe darse la anagnorisis, esto es, el humilde reconocimiento de que la reversión de la fortuna se ha producido y que la buena suerte ha dejado paso a la desdicha.
Esto último es lo que no se ha dado por el momento. Y lo que te rondaré morena.
Pero tenemos ya la hybris, la hamartía y la peripeteia.
Tan solo nos falta la anagnorisis. Un simple detalle.
No es el arte el que imita a la vida. Es la vida la que imita al arte.