Vuelve a pronunciarse el No Pasarán. Por todas partes.
Se lo escuchamos a un prebostillo periférico para negarle el pan y la sal a los adversarios políticos.
Se lo escuchamos al partido de las confluencias en el gran mitin de cierre de la reciente campaña.
Se lo escuchamos a un político de Honduras. O a otro de Bolivia.
Incluso se escucha ahora la proclama en vasco para indicar que los valles euskéricos se cierran en banda, como en los tiempos de Roma o de Roland, ante la nueva formación emergente: ez dira pasako!
Se suele vincular el No Pasarán a la Pasionaria, quien efectivamente lo utilizó con elocuencia en los peores momentos de la Defensa de Madrid, allá por los primeros días de Noviembre del 36, esos terribles días de abandono en los que el gobierno repúblicano salía por pies hacia Valencia dejando la capital a su suerte. Fue la frase que se escuchaba en boca de todos y que se inscribió en las pancartas que se colgaban de los balcones.
Se suele señalar que el slogan no fue invención de la Pasionaria, sino del mariscal Petain, con ocasión de la batalla de Verdún (en realidad, debería atribuirse más bien al General Nivelle, en la defensa de la línea del Marne). Y se subraya la aparente contradicción de que Dolores Ibarurri recurriese a una frase de un capitoste reaccionario galo que por añadidura acabó pactando con Hitler (aunque eso no lo pudo prever la Pasionaria, claro está).
En realidad, lo más posible es que el «No Pasarán» que se escuchaba y leía en las calles de Madrid durante Noviembre del 36, se inspirase más que en Pétain o Nivelle, en el They Shall Not Pass de los rebeldes de la Batalla de Cable Street, que tuvo lugar en Londres justo un mes antes, y que sin duda tuvo un eco enorme en España republicana.
Lo que ocurrió en el East End londinense el domingo 4 de Octubre de 1936 fue un brutal choque de guerrilla urbana que enfrentó por un lado a la policía y a varios miles de matones antisemitas liderados Oswald Mosley, en marcha agresiva hacia los barrios donde mayor era la presencia de judíos londinenses, con un grupo de aguerridos judíos locales, socialistas y anarquistas. Estos últimos levantaron barricadas en Cable Street y Christian Street y lograron paralizar la marcha beligerante contra los hebreos. Un joven testigo de 15 años, Bill Frishman, dejo narrado cómo se emocionó viendo a judíos barbudos y obreros irlandeses mantenerse firmes ante los matones de Mosley, que avanzaban con sus camisas negras al estilo del Fascio italiano, y que finalmente no consiguieron pasar.
Pero los combatientes de Cable Street no solo impidieron aquella marcha antisemita. En realidad, con la Batalla de Cable Street consiguieron cancelar para siempre el movimiento fascista británico, tan activo en el Reino Unido durante la primera mitad de los años 30. Fue una especie de vacuna.
Es más que posible que entre quienes se enfrentaron a Mosley en aquellos primeros días de Octubre del 36, hubiera algunos (o muchos) que habrían de viajar poco después a Madrid para ir formando como voluntarios, durante los cuatro meses siguientes, el Batallón Británico de las Brigadas Internacionales. Con ellos, y con el gran eco en los medios internacionales del suceso de Cable Street, debió llegar a las calles madrileñas y a los oídos de Pasionaria la famosa frase. Una frase que acaso ayudó a la capital a resistir, un tanto milagrosamente y durante casi tres interminables años, las ofensivas de las columnas de Franco.
Ez dira pasako!, Ils ne passeront, They Shall Not Pass…Tienen un poder extraño, casi mágico, como de talismán esas palabras. En cualquier idioma. Pero, ay, ocurre que cuando se escucha por todas partes este exhorto tan negativo, hay que empezar a preocuparse, porque suele ser indicio de que han llegado los tiempos en los que sí pasa, y hasta lo más profundo, el conflicto y la intolerancia.

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