Al hilo del ladrillo que escribí ayer sobre la palabra «revolució«, Marta me dice que le extraña lo mucho que yo me ocupo de las palabras, de su origen, de su uso, de su etimología…Piensa que es algo obsesivo. Las palabras son solo palabras, después de todo…
Puede ser. Yo no sabría explicar por qué me gustan tanto las palabras. Tal vez porque no me gustan mucho las cosas. O ciertas cosas. No se.
Lo cierto es que yo veo una palabra e inmediatamente me pongo a darle vueltas a su raíz, a su significado primordial.
Por ejemplo, esta mañana me decía Marta que la prueba de que el fenómeno reivindicativo de género es imparable la tenemos en el nuevo héroe de los comics de Asterix.
–¿Un nuevo héroe para acompañar a Asterix, Obelix y demás?
–No. Una nueva heroína. Y es la primera que aparece en las historias del galo rebelde. La primera mujer en 60 años de esos comics que no es un puro florero rubio y sexy . ¿No te parece curioso ? Es una chica pelirroja y delgadita que protagoniza el nuevo título de la serie, Asterix y la hija del Jefe. Ella se llama Adrenalina.
–¡Adrenalina! ¡Qué nombre tan interesante y tan apropiado para una heroína de la saga! Suena a Adelina, como mi querida prima de Medina del Campo, pero tiene además la apropiada connotación de energía y rebeldía que esperamos en un héroe…o una heroína. Bien visto. Por cierto, ya sabes que adrenalina es el neurotransmisor que, además de dilatar los bronquios y estimular el corazón, nos ayuda a movilizarnos frente al peligro, ya sea afrontándolo o huyendo de él.
–Sí. Eso es bien sabido.
Y como esta hormona se fabrica en las glándulas que están pegadas a los riñones, en su parte superior, se llama precisamente adrenalina, del latín ad renis, es decir, hacia el riñon, junto al riñon.
–Ah, esto último no lo sabía. Es curioso.
–Pero me parece que en el mundo médico prefieren ahora referirse a la adrenalina con el nombre de epinefrina, tal vez porque el término adrenalina fue registrado o patentado, según tengo entendido, en el momento en el que el consabido científico teutón consiguió sintetizarla en laboratorio, hace más de un siglo. A su vez, epinefrina (o epi, como gritan en las emergencias los médicos, para abreviar, cuando un paciente con crisis cardíaca necesita de inmediato un «chute» de adrenalina), proviene del griego epi nefros, que sigfinica exactamente lo mismo que ad renis en latín.
–También es curioso. Dos nombres clásicos para una misma cosa moderna. A tí esto te encanta, con tu manía por esas dos lenguas muertas…
–En realidad, cuando se descubrió esta sustancia, por parte de un médico polaco, que tenía Napoleón como nombre de pila (¡ah, cuánto amó Polonia al gran carnicero corso que hizo renacer patria engullida por prusianos y rusos!), se le asigno un nombre…polaco. Pero el término no cuajó, tal vez por lo difícil que a primera vista parecen esos nombres polacos. Sin embargo era un nombre que significaba en polaco exactamente lo mismo que adrenalina (latín) y epinefrina (griego) significan…
–¿Cuál era ese nombre original?
Nadnerczyna, que se forma con la preposición polaca «nad«, es decir, en o junto a, más la raíz nercz, y el sufijo zyna. A lo mejor, los polacos, que son muy suyos, cuando traduzcan el nombre del nuevo personaje de Asterix lo llaman Nadnerczyna, que también funciona muy bien…
–Ya.
–Es que estamos en las mismas. Esa raíz polaca nercz esá relacionada con el término polaco nerka, es decir, riñon. Pero nerka a su vez se deriva del Proto-Germánico neurô, emparentadísimo con el alemán niere, el inglés medieval kidnere y también con el nefros griego.
–Empiezo a perderme.
–Pues a mi me ocurre todo lo contrario. Cuando compruebo que adrenalina, epinefrina y nadnerczyna están tan maravillosamente relacionados, o que también lo están el polaco nerka y el inglés kidney, noto como que mi desorientación inicial desaparece. Me resulta muy excitante comprobar la relación profunda entre algo que parece inconexo.
–Te creo.
–Ya ves. Para la mayoría de la gente, es preciso realizar actividades peligrosas para sentir el ansiado efecto de la adrenalina. Pero a mí, curiosamente, no me hace falta hacer nada de todo eso que suele producir adrenalina en el personal. A mí basta el simple vocablo. ¿Comprendes por qué me gustan las palabras?
–Francamente, no mucho.

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