Tengo un amigo que, pese a ser muy culto y contar con una impresionante formación autodidacta en historia, se empeña siempre en utilizar la palabra “progrom”, con dos erres, para referirse a las espantosas “razzias” con las que se persiguió a los judíos (y no solo judíos) de los territorios de la actual Polonia, Ucrania y Rusia Occidental en el siglo XIX y parte del XX. Hoy, mi amigo ha vuelto a cometer ese pequeño error, durante el estupendo almuerzo que nos ha reunido a la vuelta de las urnas.
Mi amigo no es el único que lo hace así, tal vez porque “progromo” suena a programa, a exterminio programado…
En realidad, el término correcto es “pogrom” o bien “pogromo”, y es palabra originalmente rusa, aunque puesta en circulación, sobre todo, en el contexto cultural yiddish. Es una palabra muy interesante, la verdad.
Pogrom significa en ruso devastación, aniquilación, saqueo…Está compuesta del prefijo “po” y de la raíz «grom». El prefijo es de tipo perfectivo, y su función en ruso es transmitir la idea de una acción verbal completa y terminada. Por su parte, la raíz grom, en ruso nos lleva al significado del estruendo del trueno. La etimología supongo que es de tipo onomatopéyico, y sin vinculaciones, que yo sepa, con el primitivo indoeuropeo. De hecho, encontramos palabras con el mismo significado y parecida sonoridad en islandés, por ejemplo, donde al trueno se le llama thruma, que a mí me suena similar.
Grom es realmente palabra estruendosa y terrible, que, quizá por ello, ha servido para denominar muchos artificios bélicos del ejército ruso; misiles y cosas parecidas. El caso es que este terrible trueno ruso, que evoca de manera tan gráfica y de tantos modos la muerte y el dolor colectivo, lo encontramos también formando parte de aquellas diez extrañas creaciones lingüísticas de Finnegans Wake a las que Joyce decidió llamar “palabras trueno”, o “thunderwords”, y con las que el autor irlandés pretendía codificar su recelo frente a las consecuencias de la tecnología, en la que el veía una especie de temible Zeus tonante de la modernidad. En concreto, encontramos “grom” en la segunda de esas fascinantes thunderwords de Joyce. Es la macro-palabra cuyas primeras letras he copiado mas arriba y que está compuesta de la palabra trueno en quince idiomas diferentes, desde el perkons lituano o el kurun bretón, hasta el bumulloj albano o el ukkonen finlandés, sin olvidar, como digo, el ruso grom.
¿A qué se deben estas extravagancias linguísticas de Joyce? Pienso que lo explicó él mismo en alguna ocasión: “I’ve put so many enigmas and puzzles that it will keep professors busy for centuries..and that is the only way of insuring one’s inmortality”
Era la muerte, por tanto, lo que a Joyce angustiaba. Como a todo hijo de vecino. Joyce acaso creaba enigmas y puzzles insondables para combatir la extinción personal. A lo mejor yo también estoy escribiendo estos textos por la misma razón. No se. Parfit pensaba de este modo (me estoy refiriendo a su lúcida metáfora del tunel sin paredes y a la inmortalidad conseguida mediante las ideas y las relaciones). Quien sabe. El caso es que esta noche me siento como con ansias de trascendencia, y con una especie de actitud metafísica. Debe ser porque tengo la sensación de no comprender mucho de lo que sucede a mi alrededor, que me parece tan indescifrable a priori como las thunderwords de Joyce. Hoy es como si el Absurdo y el Caos estuviesen llevando a cabo un pogrom en mi cerebro. Pero, la verdad, todo esto es algo que me suele ocurrir durante las jornadas electorales. De hecho, cuando Mercedes me ha preguntado por mi opinión por el escrutinio que estamos viendo a estas horas (22:31) solo he alcanzado a responderle con una sola palabra, esta vez tan larga como la concibió Joyce: perkodhuskurunbarggruauyagokgorlayorgromgremmitghundhurtthrumathunaradidillifaititillibumullunukkunun…Ni más mi menos.